viernes, 6 de septiembre de 2013

Un despertar - Octavio Paz

Dentro de un sueño estaba emparedado. 
Sus muros no tenían consistencia 
ni peso: su vacío era su peso. 
Los muros eran horas y las horas 
fija y acumulada pesadumbre. 
El tiempo de esas horas no era tiempo. 

Salté por una brecha: eran las cuatro 
en este mundo. El cuarto era mi cuarto 
y en cada cosa estaba mi fantasma. 
Yo no estaba. Miré por la ventana: 
bajo la luz eléctrica ni un alma. 
Reverberos en vela, nieve sucia, 
casas y autos dormidos, el insomnio 
de una lámpara, el roble que habla solo, 
el viento y sus navajas, la escritura 
de las constelaciones, ilegible. 

En sí mismas las cosas se abismaban 
y mis ojos de carne las veían 
abrumadas de estar, realidades 
desnudas de sus nombres. Mis dos ojos 
eran almas en pena por el mundo. 
En la calle sin nadie la presencia 
pasaba sin pasar, desvanecida 
en sus hechuras, fija en sus mudanzas, 
ya vuelta casas, robles, nieve, tiempo. 
Vida y muerte fluían confundidas. 

Mirar deshabitado, la presencia 
con los ojos de nadie me miraba: 
haz de reflejos sobre precipicios. 
Miré hacia adentro: el cuarto era mi cuarto 
y yo no estaba. Al ser nada le falta 
-siempre lleno de sí, jamás el mismo- 
aunque nosotros ya no estemos... Fuera, 
todavía indecisas, claridades: 
el alba entre confusas azoteas. 
Ya las constelaciones se borraban. 




Octavio Paz.

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