martes, 27 de agosto de 2013

Dance Scene

Viajé a ti, y me he radicado, definitivamente.


lunes, 26 de agosto de 2013

martes, 20 de agosto de 2013

Escribir

Ya se que todo este desenfreno va a desembocar en la pintura, mientras tanto sigo en los cauces de la palabra, esos ríos ortográficos que naufragan mis realidades, alzar los ojos por la ventana, desnudar las formas en letras, o mejor, vestirlas, diseñar para ellas atuendos, tildes de sobra,  mentiras.


1991



Nací en 1991, coordenada capicúa, cuyo diseño como número parece inventado expresamente para pintores: de rasgos y trazos que se repiten, que se reiteran en su comienzo y final, y visualmente perfecta.

Soledad 7


La puta luna, que me pone más mentirosa de lo normal. Se alborotan las víboras.
Yo creo en Dios pero eso no me aloca.

Obregón- Respuestas

A los 70 años ¿Tiene algo nuevo que decir?
A los 70 años es cuando uno empieza a pintar amaneceres.

Con mucha nostalgia?
Nostalgia no! Melancolía, un poco. Te has dado cuenta que soy un monosilábico.

Desde cuando?
Desde siempre. La pintura es el arte del silencio. El ojo es el único órgano del cuerpo que no hace ruido. Cuando pestañeas no te oyes. Cuando pinto, trato de lograr síntesis, y cuando hablo, también.

Un parco intencional?
No es intencional la monosilabia, sino que me sucede como una forma de arrimarme al alma de las cosas y de la gente.

Y a que síntesis ha llegado en este tiempo?
Eso se ve en mi pintura. Y si no se ve, pues que fracaso.

Muchos dicen, al ver su última exposición que usted sigue con lo mismo.
Uno nace con una mano y muere con la misma mano. Las cosas nuevas suceden, no es que uno las busque. ademas esa exposición era buscar intencionalmente temas anteriores pintados en otra forma.

Ahí entran las protestas de los que opinan que usted se está repitiendo?
No me gusta la palabra repitiendo. Mejor, "afirmando", que es el proceso de machacar un tema. Ese afán de a hora por cambiar es una trampa. Además el público en general es bastante ciego sobre todo, ellos no ven.

Hasta cuando?
Esa frase es uno de mis temas favoritos. He pintado varios cuadros titulados "Hasta cuando carajo!"

Y su contenido?
Son cuadros repletos de impaciencia.


Y usted?
Yo no soy yo. Yo soy culpa de los siete amigos que tengo y de las bellas mujeres que me han enseñado cómo es el gesto.



Sandías- Rufino Tamayo






















Claro que su amor por las sandías tiene que ver con sus experiencias de niño como trabajador en los puestos de fruta de los mercados de México. Después de todo, ¿qué podría constituirse en una imagen más potente de los placeres cotidianos de este mundo que una apetitosa fruta de brillantes colores, jugosa y de dulce sabor? Y aunque la forma de una rebanada de sandía puede verse como una sonrisa -y como tal fue utilizada frecuentemente por Tamayo para representar las bocas de sus figuras sonrientes- la sandía tiene connotaciones y resonancias más profundas. Se trata de una fruta que se corta con cuchillo. Incluso en su forma, el ángulo en que se corta la sandía sugiere la presencia del cuchillo. La fruta misma nos recuerda la carne y la sangre por su color. En la pintura de Tamayo la sandía, que simboliza la sensualidad de la realidad mundana, es también una imagen del sacrificio ritual: una ofrenda a las fuerzas ignotas que modelan nuestro universo. Existe, además, un nivel de significación más recóndito en el cual vibra esta imagen: al acentuar la forma creciente de la sandía, Tamayo la relaciona con las fases de la luna. Así, crea una imagen poética que evoca, a la vez, la sensualidad de la fruta, la sangre de los sacrificios rituales, y la eterna presencia de la luna.

Respuestas Obregonianas

Sus manos eran estupendas traductoras de la verdad tangible.

Los críticos no pasan a la historia. Los grandes maestros, como los dioses, se descubren solos.

Decían lo mismo de mi. Que antes éramos mejores y ahora nos repetimos. Eso a mi me resbala.

Yo creo mucho en la pintura realista. ¿No aparenta no?

El tema es una voluntad: el voy a hacer esto. Pero todas esas son palabras. Hasta ahí no hay más que palabras todavía... De ahí en adelante ya hay que entrar en la cosa visual.

"Mi pintura es intuitiva. Siempre el contrapunteado entre la intuición y la intención. La intuición es como un reflejo automático, como un estornudo, es inmediato. Mucho más rápido que el pensamiento incluso, porque este va atrasado con las palabras, frenado... y la intención es el rigor de la voluntad de hacer un cuadro que se titula así... o asá.

Al. Obregón.


“Lo fundamental es que soy un hombre igual a los otros hombres, dotado igual que ellos, con las mismas aspiraciones y preocupaciones. Uno más entre los hombres de este mundo dividido por prejuicios y nacionalismos, pero unido por la participación común en una misma cultura, la cultura humana, cualesquiera que sean las formas locales e históricas que adopte”.


Rufino Tamayo

El cuarteto del verbo

Fui a buscarlo en el atrio de sus ojos. 

domingo, 18 de agosto de 2013

La tregua - Mario Benedetti


Yo tendría que sentirme orgulloso de haber quedado viudo con tres hijos y haber salido adelante. Pero no me siento orgulloso, sino cansado. El orgullo es para cuando se tienen veinte o treinta años. Salir adelante con mis hijos era una obligación, el único escape para que la sociedad no se encarara conmigo y me dedicara la mirada inexorable que se reserva a los padres desalmados. No cabía otra solución y salí adelante. Pero todo fue siempre demasiado obligatorio como para que pudiera sentirme feliz.



Salgo entonces como salí hoy, en una encarnizada búsqueda del aire libre, del horizonte, de quien sabe cuantas cosas más.


 Esos son mis desconocidos, están instalados demasiado cómodamente en la vida, pero yo? Yo no tengo la comodidad suficiente para quedarme. Estoy libre y sola, voy a darle la vuelta al mundo.


Hay una especie de reflejo automático en eso de hablar de la muerte y mirar en seguida el reloj.
pg 43


A veces hacíamos cuentas. Nunca alcanzaba. Acaso mirábamos demasiado los números, las sumas, las restas y no teníamos tiempo de mirarnos nosotros.


 Tengo la horrible sensación de que pasa el tiempo y no hago nada, y nada acontece, y nada me conmueve hasta la raíz.


Le contesté ( Qué otra cosa podía decirle?) que tenía razón, que hiciera lo posible por salir de nosotros, de nuestra órbita, que me gustaba mucho oírla gritar esa inconformidad, que me parecía estar escuchando un grito mio, de hace muchos años.


A veces pienso qué haré cuando toda mi vida sea domingo. Quién sabe, a lo mejor me acostumbro a despertarme a las diez.


El llanto del damnificado superó todas mis previsiones y no cabe en ninguna descripción.


Estás loco. Yo nunca he juntado valor para empuñar una máquina fotográfica o un revólver.


Tuvo lugar en  uno de esos momentos en que el dolor lo pone a uno exageradamente receptivo. 


Casi todos los domingos almuerzo y ceno solo, e inevitablemente me pongo melancólico, Qué he hecho de mi vida? es una pregunta que suena a Gardel o a suplemento femenino o artículo del Reader´s Digest. No importa. Hoy domingo me siento más allá de lo irrisorio y puedo hacerme preguntas de ese tipo.


Si bien soy incapaz de reconstruir (con mis propias imágenes, no con fotografías o recuerdos de recuerdos) el rostro de Isabel, puedo en cambio volver a sentir en mis manos, todas las veces que lo necesite, el tacto particular de su cintura, de su vientre, de sis pantorrillas, de sus senos. Por qué las palmas de mis manos tienen una memoria más fiel que mi memoria?


Porque toda nuestra armonía, que era cierta, dependía inexorablemente de la cama.


Porque está la opinión que uno puede tener de sí mismo, algo que increíblemente tiene poco que ver con la vanidad. Me refiero a la opinión cien por ciento sincera, la que uno no se atrevería a confesarle ni al espejo.


Mi agitación es mia, solo mía; la agitación de asistir a mi propia conmoción. 


Avellaneda tiene algo que me atrae. Eso es evidente, pero ?qué es?


Francisco es un tarado. Eso es lo que me enfría un poco los escrúpulos.


Una de las cosas más agradables de la vida: ver cómo se filtra el sol entre las hojas.


Esa había sido pues, mi letra de novio.


Cómo comemos, Dios mio. En la alegría, en el dolor, en el asombro, en el desaliento. Nuestra sensibilidad es primordialmente digestiva.


Todo el mecanismo de mis sentimientos quedó detenido hace veinte años cuando murió Isabel. Primero fue dolor, después indiferencia, más tarde libertad, últimamente tedio. Largo, desierto, invariante  tedio.


Una especie de inconscistente resistencia a comprometerme, a encasillar el futuro en una relación normal, de base permanente.Por qué todo eso? qué estaba defendiendo? la imagen de Isabel? no lo creo. No me he sentido víctima de ese trágico compromiso, que, por otra parte, nunca suscribí. Mi libertad? Puede ser. Mi libertad es otro nombre de mi inercia. 


Acostarse hoy con una, mañana con otra; bueno, es decir, una alcanza con una vez por semana. Lo que pide la naturaleza y nada más; igual que comer, igual que bañarse, igual que ir de cuerpo. Con Isabel era diferente, porque había una especie de comunión y, cuando hacíamos el amor, parecía que cada duro hueso mío se correspondía con un blando hueco de ella, que cada impulso mío se hallaba matemáticamente con su eco receptor. Tal para cual


Igual que cuando uno se acostumbra a bailar con la misma pareja. Al principio, a cada movimiento corresponde una réplica; después, la réplica corresponde a cada pensamiento. Uno solo es el que piensa, pero son los dos cuerpos los que hacen la figura.


Antes de que le hable, no puedo saber nada. Todos son cuentos que me hago. Es cierto que, a esta altura, estoy un poco aburrido de las citas a oscuras, de los encuentros en amuebladas. Hay siempre una atmósfera enrarecida y una sensación de inmediatez, de cosa urgente que pervierte cualquier clase de diálogo que yo sostenga con una mujer. Hasta el momento de acostarme con ella, sea quien sea, lo importante es acostarme con ella; después de hecho el amor, lo importante es irnos, volver cada uno a su cama particular, ignorarnos para siiempre.


Regresé cansado, aturdido, fastidiado, aburrido. Aunque hay otra palabra más certera: regresé solitario.


A mi edad y a su edad, lo más lógico hubiera sido que me callase la boca; pero creo que, de todos modos, era un homenaje que le debía.


Lo que yo más quiero ahora es no pensar en mi mismo sino pensar en usted.


El plan trazado es la absoluta libertad. Conocernos y ver que pasa, dejar que corra el tiempo y revisar. No hay trabas. No hay compromisos. Ella es espléndida.


A veces, en el café, mira a su alrededor, y deja caer un comentario certero, puntual, inmejorable.


Pero si usted todavía es un hombre joven. Todavía. Cuántos años me quedan de todavía? Lo pienso y me entra el apuro, tengo la angustiante sensación de que la vida se me está escapando, como si mis venas se hubieran abierto y yo no pudiera detener mi sangre.


Pienso en placer, cualquier forma de placer y estoy seguro de que eso es vida.


Tenemos que apurarnos hacia el encuentro, porque en nuestro caso el futuro es un inevitable desencuentro.


No le veía la cara porque el follaje de un maldito pino municipal interceptaba la luz de la luna. Entonces sus dos brazos emergieron en lo oscuro y se apoyaron en mis hombros. Debe haber visto ese preparativo en alguna película argentina. Pero el beso que siguió no lo vio en ninguna película, estoy seguro. Me gustan sus labios, quiero decir el gusto, el modo como se hunden, como se entreabren, como se escapan. Naturalmente, no es la primera vez que besa. Y eso que?


No me gustan esas lámparas que siempre iluminan lo que uno no tiene interés en ver ni en mostrar: por ejemplo: telarañas, cucarachas, fusibles.


Comimos, hablamos, reimos. Hicimos el amor. Todo estuvo tan bien, que no vale la pena escribirlo.


Todo un día para nosotros, desde el desayuno en adelante. Vine ansioso por verificar, por comprobarlo todo. Lo del viernes fue una cosa única, pero torrencial. Pasó todo tan rápido, tan natural, tan felizmente que no pude tomar ni una sola anotación mental. Cuando se está en el foco mismo de la vida, es imposible reflexionar. Y yo quiero reflexionar, mediar lo más aproximadamente posible esta cosa extraña que me está pasando, reconocer mis propias señales, compensar mi falta de juventud con mi exceso de conciencia.


Ha empezado a hablar, ha empezado a delinear con franqueza su autorretrato, ha empezado a sintetizar los términos de su drama, de ese módico, estacionado, desconcertante drama que atosiga la vida de cada cual, por más hombre promedio que se sienta.


Esa condena que significa estar ocho horas enredado en algo que no importa, en algo que hace hinchar las cuentas bancarias de esos inútiles que pecan por el mero hecho de vivir, de dejarse vivir, de esos inanes que creen en Dios sólo porque ignoran que hace mucho tiempo que Dios ha dejado de creer en ellos.


Es la primera vez que pronuncio ante alguien el nombre de avellaneda, es decir, la primera vez que lo pronuncio con el verdadero significado que ese nombre tiene para mi.

Porque murió es la palabra, murió es el derrumbe de la vida, murió viene de adentro, trae la verdadera respiración del dolor, murió es la desesperación, la nada frígida y total, el abismo sencillo, el abismo.


sábado, 17 de agosto de 2013

Palenque


Geral - dín - e

Le gustaba terminarme el nombre en la "e".. ahora en la ene.. ene de nadie, de nada, de nunca. Geral, me gusta más cuando la gente me termina en la ele, me suena a alas y me gusta ese final.

lunes, 12 de agosto de 2013

Lunes 12 de agosto

Ayer de tarde estábamos sentados junto a la mesa. No hacíamos nada, ni siquiera hablábamos. Yo tenía apoyada mi mano sobre un cenicero sin ceniza. Estábamos tristes: eso era lo que estábamos, tristes. Pero era una tristeza dulce, casi una paz. Ella me estaba mirando y de pronto movió los labios para decir dos palabras. Dijo: "Te quiero". Entonces me di cuenta de que era la primera vez que me lo decía, más aún, que era la primera vez que lo decía a alguien. Isabel me lo hubiera repetido veinte veces por noche. Para Isabel, repetirlo era como otro beso, era un simple resorte del juego amoroso. Avellaneda, en cambio, lo había dicho una vez, la necesaria. Quizá ya no precise decirlo más, porque no es juego: es una esencia.

Entonces sentí una tremenda opresión en el pecho, una opresión en la que no parecía estar afectado ningún órgano físico, pero que era casi asfixiante, insoportable. Ahí, en el pecho, cerca de la garganta, ahí debe estar el alma, hecha un ovillo. "Hasta ahora no te lo había dicho", murmuró, "no porque no te quisiera, sino porque ignoraba por qué te quería. Ahora lo sé". Pude respirar, me pareció que la bocanada de aire llegaba desde mi estómago. Siempre puedo respirar cuando alguien explica las cosas. El deleite frente al misterio, el goce frente a lo inesperado, son sensaciones que a veces mis módicas fuerzas no soportan. Menos mal que alguien explica siempre las cosas. "Ahora lo sé. No te quiero por tu cara, ni por tus años, ni por tus palabras, ni por tus intenciones. Te quiero porque estás hecho de buena madera." Nadie me había dedicado jamás un juicio tan conmovedor, tan sencillo, tan vivificante. Quiero creer que es cierto, quiero creer que estoy hecho de buena madera. Quizá ese momento haya sido excepcional, pero de todos modos me sentí vivir. Esa opresión en el pecho significa vivir.

La tregua- Mario Benedetti

sábado, 10 de agosto de 2013

Otraparte


Hace unas cuantas tardes iba Fernando González caminando por el campo. Miraba hacia el suelo y empezó a encontrar cáscaras de naranja. “Aquí caminaba uno solo comiendo naranjas”, pensó. Pero luego empezó a ver más cáscaras, unas al lado de las otras. “¡Cómo! Entonces eran dos. Los pedacitos de cáscara son parecidos. Uno debió pelarlas para el otro: entonces no debían ser uno y uno, sino uno y una”. Y así Fernando González llegó a imaginar los enamorados. En ese momento pasó un carro con un doctor, quien vio al viejo escudriñando el suelo y se ofreció a llevarlo. Muy contento de poder hablar, Fernando González se subió y comenzó sin más preámbulo a explicar la historia de las naranjas. Al fin hizo parar el carro y como el azorado doctor le preguntara para dónde iba, el viejo le contestó, radiante, que se volvía para seguir la investigación de las cáscaras. Y allá se fue, dejando estupefacto a su interlocutor.
Pregunté cómo se llamaba la casa del maestro. “Otraparte”, me dijeron. Evidentemente, ya no se podía dudar más. Un hombre que decide vivir en “Otraparte”, para molestar a la gente, no puede ser sino genial.


Por: Gonzalo Arango y Marta traba