sábado, 10 de agosto de 2013

Otraparte


Hace unas cuantas tardes iba Fernando González caminando por el campo. Miraba hacia el suelo y empezó a encontrar cáscaras de naranja. “Aquí caminaba uno solo comiendo naranjas”, pensó. Pero luego empezó a ver más cáscaras, unas al lado de las otras. “¡Cómo! Entonces eran dos. Los pedacitos de cáscara son parecidos. Uno debió pelarlas para el otro: entonces no debían ser uno y uno, sino uno y una”. Y así Fernando González llegó a imaginar los enamorados. En ese momento pasó un carro con un doctor, quien vio al viejo escudriñando el suelo y se ofreció a llevarlo. Muy contento de poder hablar, Fernando González se subió y comenzó sin más preámbulo a explicar la historia de las naranjas. Al fin hizo parar el carro y como el azorado doctor le preguntara para dónde iba, el viejo le contestó, radiante, que se volvía para seguir la investigación de las cáscaras. Y allá se fue, dejando estupefacto a su interlocutor.
Pregunté cómo se llamaba la casa del maestro. “Otraparte”, me dijeron. Evidentemente, ya no se podía dudar más. Un hombre que decide vivir en “Otraparte”, para molestar a la gente, no puede ser sino genial.


Por: Gonzalo Arango y Marta traba

No hay comentarios:

Publicar un comentario