domingo, 18 de mayo de 2014
michelotti.sylvain@gmail.com
Lo conocí en una cocina en Barranquilla, fumando porro y tomando banano con wishkey. De todos los gringos fictis y anfetaminados que estaban en esa casa el fué el único que llamó mi atención. Su apariencia desordenada y sencilla conquistó la gana de ser feliz esa noche. Yo estaba en el Carnaval de Barranquilla quedándome en un "hotel" que normalmente es un opticentro el resto del año. Estaba aburrida y sola, pues mis amigos Canadienses con los que había ido encontraron gente que hablaba inglés y francés y me dejaron idiomáticamente botada.
Fue la fiesta más increible de toda mi vida. Alegría en la calle, todos descalzos. En el carnaval de Barranquilla me jarté las primeras cervezas del año y mis intentos espirituales por ser Hare Krsna murieron en ese lugar. Brindamos con águilas, bailamos toda la noche al son del Joe Arrollo, el grupo niche, lpapayeras, espumas, harina y gente borracha y jodida pero feliz.
Escuche aquí la canción de nuestro primer beso.
Me dijo que si nos ivamos juntos. Me propuso cancelar su vuelo a Medellín si yo estaba dispuesta a cancelar mi vida. El era tan libre que me daba miedo y como buena amante le dije que no, que se fuera y que me ignorara para siempre.
Por supuesto somos amantes del siglo XXI y nos tenemos en Skype, cuando se conecta, sus videollamadas me hacen sentir tan bien que cuando colgamos me entra un arrepentimiento inconsolable de haberle dicho que no... a lo mejor estaríamos desnudos en un bosque de jipis atravezando suramérica.
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